¿Qué valores?

17 marzo 2010

El otro día, en la rueda de prensa de los premios El Barco de Vapor y Gran Angular, me llamó la atención que, cuando los periodistas preguntaban por los «valores» que tenían los libros ganadores, los autores sentían la necesidad de aclarar rápidamente que sus libros «no tienen valores». Y no es la primera vez que veo algo así.

Me ha dado mucho que pensar,  porque, claro, ¿qué autor afirma, sin más, que su libro no tiene valores si entendemos la palabra «valores» como la define el diccionario?

«Principios morales, ideológicos o de otro tipo que guían el comportamiento personal (Diccionario CLAVE) o incluso:  « Cualidades que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables.» (Diciconario de la RAE).

La cuestión está, sin duda, en las connotaciones negativas de las que se ha ido tiñendo la palabra «valores» tras su paso por aquellos  «valores transversales» y por todo lo que les ha seguido:  los currículos escolares, las selecciones bienintencionadas y las lecturas dirigidas. Y sobre todo,  en la saturación que nos produce a todos ese continuo runrún de la solidaridad, la coeducación, el cuidado del medioambiente o la cultura de la paz. Que no es que no sean, en sí mismos, temas importantes y por los que cualquiera está dispuesto a trabajar, sino que estamos un poco estragados de tanto oírlos y tanto hacerlos evidentes.

A pesar de esto,  yo sigo diciendo que me interesan los libros con valores. Aunque la afirmación haga que le salgan granos a más de uno. 

Busco libros que conciban el yo como algo que está en permanente construcción. Y lo considero un valor.

Me gustan los libros  en los que el humor contribuye  a destapar y enfrentar las contradicciones de las personas y de la sociedad. Y lo considero un valor.

Me interesan los libros que disponen a la acción. Y lo considero un valor.

Siento imprescindibles los libros que ayudan a reconocer las deficiencias de las estructuras sociales y animan a trabajar de forma no violenta para cambiarlas. Y lo considero un valor.

Necesito los libros en los que hay una búsqueda de sentido a la existencia, al margen de que sea el sentido de un autor concreto y no necesariamente el mío. Y lo considero un valor.

Un libro con valores no es necesariamente un libro políticamente correcto. Basta un libro en el que el autor deposite su visión apasionada sobre las cosas que hacen que la vida merezca la pena.

16 respuestas hasta “¿Qué valores?”

  1. Laura said

    En realidad, no existen los libros «sin» valores, en la medida en que éstos responden a una visión integral de la persona en sociedad. Los autores son seres humanos con programación en valores específicos y es usual que sus libros reflejen esos valores de una forma u otra. Tema aparte será si sus valores son los mismos que yo busco estimular -como lector o como padre de un pequeño lector-. También están los famosos «anti-valores» que no son otra cosa que la negación activa de los valores sociales que más apreciamos. Si un libro no contiene unos, contendrá los otros, de forma clara o sugestiva.

    Ahora bien, me parece que existe el muy extendido prejuicio que toda obra literaria, en particular si está dirigida a un público infantil o juvenil, debe necesariamente fomentar un determinado listado de valores muy específicos, integrados a un sistema educativo dado. Creo que es a esos «valores» a los que se refieren los periodistas cada vez que hacen la misma absurda pregunta, como si sólo ese tipo existiera o fuera importante estimular.

  2. hopi said

    Es verdad que la palabra «valores» está desgastada; no sólo aplicada a la literatura infantil y juvenil, sino también en otros ámbitos de nuestra sociedad.
    Sin embargo, en la reflexión de Elsa Aguiar, echo de menos algo que, seguramente, ella conoce de sobra: el valor más importante de un obra literaria es su valor intrínsecamente literario y artístico.
    Por supuesto, también los valores humanos son importantes. Pero eso viene detrás, incluso se haya disuelto en el estilo de cada autor ( si se trata de un buen autor, claro).

  3. Begoña said

    Explicar una novela no es algo fácil para un autor, me imagino. Es un cúmulo de sensaciones demasiado extenso para poder explicarlo de forma muy breve. Creo que un buen libro está lleno de valores de principio a fin. Y no sería raro que el propio autor de entre todos ellos no pueda decantarse sólo por uno. Creo que quienes ya han explicado sus propias obras más de una vez han entendido que a veces es mejor decir poco; nada habla mejor de un autor que su propia obra.
    Por cierto, ayer me traje a casa el libro ganador de GA 2004. Y con sólo leer la contraportada entendí que hay libros que ganan premios porque son arriesgados, trepidantes, comprometidos con el mundo actual, están genialmente escritos y por lo más importante de todo; porque el mundo los necesita. Saludos.

  4. Andrés said

    Cualquiera que esté intentando escribir para chicos, se siente interpelado por esto de Los Valores.
    Me gusta pensarlo así y ojalá sea claro: los listados de Valores son una especie de fórmulas; el equivalente en física a las leyes de la gravedad por ej., con sus factores de Peso, masa, aceleración, energía cinética etc.
    Ok, cuando Messi corre media cancha y luego patea con comba al ángulo inatajable, está haciendo uso de todas esas leyes y factores, porque la física es la física y si no la pelota no entraría al arco.
    Pero Messi no se puso a hacer las cuentas ni a enunciar ninguna ley física, simplemente las usó.
    Cuando se comienza a hablar de Valores en un texto literario a mí siempre me parece que se quiere desestructurar, desmembrar, diseccionar algo que tiene vida, hasta convertirlo en esos autitos a cuerda que desarmabamos de chicos: ya no eran más briosos autitos sino 10 o 20 piezas sin vida.

    Y después está la Ciencia, Los Especialistas, que pueden hacer todos los cálculos que quieran, y que tambien hacen su aporte, pero nada tienen que ver con la belleza de una jugada de Messi.

    • Begoña said

      Que lindo que lo has descrito, te lo agradezco. Cuando alguien simplifica un tema complicado de esa forma tan espléndida en que lo has hecho me alegra la vida.
      Por cierto, eso de que el último ganador del BdV lleve ya 400 títulos publicados me hace pensar que los escritores noveles necesitan su propio concurso y si no no hay forma. Es imposible competir con algo así…

    • elsaaguiar said

      Pues yo los entiendo, más que como fórmulas, como formas de vida. Forman parte de la persona, y si una persona es, además, un buen autor y sabe transmitir mediante la palabra escrita, se reflejan en su texto como se reflejan en su conversación, en su manera de relacionarse con los demás y con el mundo, en su forma de vivir y de entender las cosas. El problema es, precisamente, cuando se convierten en fórmulas. En ese momento es cuando entiendo que el autor (y el lector) salga corriendo y se niegue a que la vida que volcó en una obra se le convierta en fórmula.

      • Begoña said

        Siento repetirme, pero esa reflexión tuya es muy, pero que muy buena porque sí que me ha pasado y he devuelto el libro a la biblioteca sin terminar de entender qué parte del todo me violentaba.

  5. Ikima said

    ¡Hola Elsa! Muy interesante esta entrada, proporciona una información inestimable. Antes, siempre que yo leía en las bases de El Barco de Vapor lo de «promover la creación de una literatura para niños que fomente el gusto por la lectura y transmita, con calidad literaria, unos valores humanos, sociales, culturales o religiosos que ayuden a construir un mundo digno», lo interpretaba de forma incorrecta, y por este motivo me sentía encorsetada. Como si estas palabras «me obligaran» a escribir un libro exento de cualquier tipo de malos sentimientos, donde vuelan las mariposas y todo el mundo se quiere mucho. Esta era mi absurda visión, muy teletubizada. La consecuencia de esto era que lo que escribía para enviar a un concurso carecía de interés (incluso de mi propio interés) y lo que escribía dejándome llevar tenía, a mi modo de ver, fuerza, vida, intensidad.

    Creo que muchos escritores inexpertos caemos en el error de pensar que escribir con valores es sortear los temas tabú como si no existieran. Algo así como «no vayas a decir que el protagonista entra a robar a un supermercado un paquete de jamón, no sea cosa que todos los niños que lean el libro se vayan a robar al súper». Precisamente ayer mismo, estructurando un libro nuevo, pensaba que los niños y jóvenes son personas con sus dudas, sus sentimientos malos y sus sentimientos buenos. Si les planteamos unos personajes perfectos, ideales… ¿no les haremos sentir malas personas? Un protagonista que siempre sea bueno, que siempre piense en los demás, en la naturaleza, en el hambre, en el racismo… Y resulta que yo ahora mismo estoy pensando en que me gustaría ir con mis padres a pasear y comerme un buen trozo de chocolate. O en ir al cine a ver una película con mis amigos. Qué malo soy, qué poco solidario. Los libros teletubi ni consiguen que nadie se sienta identificado.

    Para combatir la injusticia social desde la literatura infantil y juvenil hay que mostrar la injusticia de frente y sin tapujos y dejar una puerta abierta para la reflexión y la interpretación personal, no darlo todo mascado. Seguramente, un libro que transmita verdaderos valores será en muchos casos cruel, doloroso, injusto… pero siempre con una ventana abierta a la esperanza. En general, yo creo que el hecho de que un niño lea una escena injusta en un libro no le hará ser injusto. Probablemente le haga aborrecer la injusticia y hasta combatirla.

    • elsaaguiar said

      Si me dejas, te recomiendo un libro (de SM, lo siento) que a mí me gusta mucho por los temas que plantea a niños de unos 9 años. Se trata de El balonazo, de Belén Gopegui (creo que no es la primera vez que lo recomiendo, pero bueno). No plantea soluciones, sino problemas. No plantea temas «fáciles» y supuestamente «adecuados» para niños de esa edad, sino cuestiones para las que ningún adulto tenemos una solución. Pero sobre todo, plantea una actitud ante esos problemas, con la conciencia de que no tienen una solución sencilla (ni compleja). Yo, lo leo, y comprendo por qué los libros pueden determinar la vida de una persona. Por suerte, hay cientos de libros que consiguen lo mismo.

      • Ikima said

        Precisamente el otro día lo tuve en la mano 🙂 Al final me decanté por otros dos: «Las alas del sol» de Jordi Sierra y «La hija del espantapájaros» de María Gripe. He empezado por leer este último, y me está sorprendiendo mucho la situación tan sórdida que plantea. Seguiré tu recomendación porque siempre he querido leer algo de Belén Gopegui y aún no lo he hecho. Muchas gracias 🙂

  6. Begoña said

    Por cierto, llevo días buscando los manuscritos presentados al BDV y al GA, y no encuentro la información.

  7. Daniel said

    Acabo de descubrir este blog, que me parece una delicia. Sobre el tema tratado en el post, diré que en los libros busco entretenimiento, pero también valores. Es decir, que después de leerlos «salga» con una visión más amplia y más rica de la realidad. Y aunque el libro solamente consiga despertarme una duda donde antes había una convicción, habrá valido la pena, porque esa duda (aprender a ver la realidad desde un nuevo punto de vista) sé que me va a enriquecer.

    Sobre las connotaciones negativas que se han llegado a asociar al tema de los valores (medioambiente, solidaridad, paz), comparto la reflexión de Elsa en el sentido de que se ha generado un «cansancio» de tanto oírlos, y además pienso que se ha propiciado que se escribiesen expresamente historias que tuviesen esos valores transversales, algo que considero peligroso porque en muchos sentidos las hace artificiales, escritas «ad hoc», y eso acaba notándose.

    En todo caso, pienso que los valores que deberían transmitir las historias habrían de ir encaminados a fortalecer la inteligencia emocional de los chicos y chicas, porque cuanta más inteligencia emocional tengan los futuros adultos, está claro que mejor le irá a la sociedad en todos sus aspectos (también en medioambiente, solidaridad, paz, etc.).

    La adolescencia es una etapa fundamental para asentar la inteligencia emocional. ¿Y cómo podrían ayudar los libros a fortalecerla? Pues creo que las ideas que resalta Elsa Aguiar son una buena guía de cómo conseguirlo. Todas las ideas que expone. Desde «que conciban el yo como algo que está en permanente construcción» (la vida es un continuo aprendizaje y una continua posibilidad de cambio y mejora) hasta «que el autor deposite su visión apasionada sobre las cosas que hacen que la vida merezca la pena».

    Si tuviese que poner un ejemplo de un libro que reúne esas características, diría, por ejemplo, el que estoy leyendo en estos momentos: «David Copperfield». Muestra la vida dentro de su enorme complejidad, habla de decisiones tomadas, de las diferentes formas de afrontar la vida, y de las consecuencias que conllevan.
    Además de lector, también me gusta «ir juntando palabritas»(una de mis grandes ilusiones), algo que, afortunadamente, es, y siempre será para mí, un continuo aprendizaje.

  8. Alexia said

    Pero en el fondo todos los libros tienen algún valor. Toda historia tiene que contar y transmitir algo, aunque uno no lo sepa. Un libro, a parte de entretenerte, tiene que enseñarte o aportarte algo. Aunque tú ya lo sepas. Pueden ser valores muy complejos o muy simples, pero siempre tiene que tener algo así.
    Al menos así lo veo yo.

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