Literatura «suficientemente buena»

18 septiembre 2010

Hace apenas una semana se celebró el 32 Congreso del IBBY en Santiago de Compostela y, como en casi todos los congresos, encuentros y charlas del sector, uno de los temas que más se repite es que hay que ofrecer a los niños «buena literatura».

Creo que todos, sin excepción, estamos de acuerdo en esto. Así que definamos qué es literatura de buena calidad.

Lo malo es que no existe una norma ISO que establezca sin ambigüedades qué es la calidad literaria, así que cada vez que alguien juzga un libro como “muy bueno” o “muy malo”, en realidad no hace mucho más que contarnos cuáles son sus propios gustos.

Todos estaríamos de acuerdo, claro, en que una buena novela debe estar bien construida, tener una trama inteligente e interesante, con personajes verosímiles, estar escrita con un lenguaje rico y cuidado, reflejar una visión del mundo, tener ambición cuanto a los mensajes que implícita o explícitamente vehicula, ser capaz de mantener la atención del lector, incitándole a pasar cada página… ¿Pero cómo de importante es cada uno de estos factores en relación con los demás? Y ¿cómo “medimos objetivamente” cada uno de ellos?

La calidad literaria es completamente intersubjetiva. Lo que unos consideran una buena construcción, para otros es mediocre; lo que a unos les parece inteligente e interesante, a otros les aburre; cuando unos se identifican plenamente con unos personajes, otros los sienten de cartón piedra; lo que para unos es lenguaje rico y cuidado para otros es pedantería ininteligible; los mensajes o la visión del mundo que unos reciben como edificantes para otros son sectarios y poco recomendables…

¿Por qué? Probablemente, porque cada uno evalúa la supuesta calidad literaria de un libro desde su propia agenda, con sus propias metas prioritarias: la riqueza del lenguaje, el argumento, el mensaje implícito…

Yo, personalmente, creo en una LIJ, en una literatura en general, que sea capaz de enriquecer al lector, de transformar, de alguna manera, su vida y su visión del mundo. Para mí un buen libro es, más que otra cosa, el que consigue este fin. Si lo hace, cualquier otro pecado me parecerá venial.

Quizás por eso es que, tras oír la expresión “calidad literaria” en diversas ponencias, se me vino a la cabeza un concepto (del pediatra Winnicott) del que me hablaban no hace mucho: el de la «madre suficientemente buena«.

La madre “suficientemente buena” (un poco como la “literatura suficientemente buena”) sería aquella que no aspira a la perfección, sino que es consciente de sus límites y acepta sus equivocaciones, y gracias a ello, es capaz de proporcionar al niño un entorno adecuado para su óptimo desarrollo.

Así que quizá la LIJ que aporta al niño lo que necesita (concentración en la lectura, evasión, conocimiento de otras realidades, entretenimiento, compromiso, impulso transformador, diversión…) no es necesariamente una literatura de magnífica calidad literaria, sino una literatura «suficientemente buena».

Sobre todo, teniendo en cuenta (y esto merecería un estudio más en profundidad) que los libros que interesan a los niños y a los jóvenes, los que más ayudan a construir su personalidad o su futuro como lectores, a menudo no son necesariamente los calificados como más literarios o los reconocidos por la crítica como «mejores» artísticamente hablando.

Supongo que al final, tu postura sobre este tema dependerá de cuál consideres que es el fin de la LIJ (dicho de otra forma, para qué diablos te has metido en esto). Una vez que uno tiene un fin, todo lo demás no pasa de ser un medio.

9 respuestas hasta “Literatura «suficientemente buena»”

  1. jg said

    Efectivamente, los gustos son absolutamente subjetivos. Aunque haya gente tan cerrada que aplica la fórmula «Muchas ventas = baja calidad», algo que salta por los aires en numerosos casos.
    La lij tiene la particularidad de que los adultos somos los que decidimos (o intentamos adivinar) qué es lo que puede interesar, conmover, atrapar a los niños o a los jóvenes. Y tenemos que reconocer que muchas veces no somos capaces de hacerlo. Son innumerables los casos de libros premiados, adorados por la crítica y disfrutados por los adultos, que no conectan en absoluto con el público infantil o juvenil. La calidad literaria es algo necesario, pero no suficiente.

  2. Begoña said

    Me encanta el modo en que lo has contado. Ya lo tengo mucho más claro, visto así pudiera parecer más sencillo escribir un texto suficientemente bueno, intentaré llevarlo a la práctica.
    Saludos

  3. Laura said

    Sí, es cierto. Es como cuando algunos se lamentan de que les demos a leer «Harry Potter» a nuestros hijos, porque a priori deciden que son libros malos porque se venden por millones y quizá porque no transmiten «valores» (lo que ellos consideran son buenos valores, se entiende, pues yo sí he encontrado valores interesantes en dicha saga, incluyendo algunos tan simples como la lealtad, el valor y la solidez de una amistad que se acepta como es y no como queremos que sea). En mi caso, gracias a «Harry Potter», mi hija ha seguido leyendo e incluso ha comenzado a escribir sus propias historias; mi hijo, por otro lado, también ha encontrado en la lectura un medio placentero. Lo que no lograron algunos libros calificados como «buenos» por la crítica nacional y que les obligan a leer en la escuela, lo logró este best-seller sin mayores esfuerzos.

  4. PSG said

    Creo que hay que aclarar algunas cuestiones y separarlas lo suficiente para no hacer una menestra:

    La calidad no tiene nada de subjetiva. Lo que es subjetivo es el gusto. La calidad tiene que ver con entender del producto. Un lector puede decir que «este libro es muy bueno»; pero si no es escritor, profesional del mundo de la edición, filólogo, crítico literario (o anda versado acerca de ciertas cuestiones narrativas), entonces todo lo que podrá expresar es su gusto, no más. ¿Alguno de nosotros se atrevería a decir que este avión es mejor que aquél sin ser ingeniero aeronáutico? Pues con las novelas, de LIJ o no, pasa igual. Miro mis originales del Barco de Vapor y te digo:

    Ana está furiosa (C. Nöstlinger) tiene calidad porque: para empezar, se ocupa de un tema que pocos autores tratan: el peso del temperamento como rasgo genético (la ira porque sí), para continuar, acomete la reeducación de lo casi imposible. Pero lo cuenta todo con un lenguaje accesible para primeros lectores, los cuales simplemente se quedarán con el modo original en que se trata la evolución de la niña protagonista. Pero además es elegante en ciertas cosas: se las arregla, por ejemplo, para solventar algunos párrafos machacando ciertas estructuras (comparaciones en uno, construcciones adversativas en otro, ristras de verbos que remarcan un sentido… El ritmo semántico y el sintáctico actúan en conjunción). Por esto y por muchas más cosas es una de las grandes. Y si agarramos Lucas y Lucas (Pilar Mateos), Los hijos del vidriero (Gripe) o Las aventuras de Vania el forzudo (O. Preussler) encontraremos un montón de cualidades narrativas perfectamente detectables y ponderables. Cualidades que no están en otros muchos libros y que les apartan de la calidad, al menos de la excelsa (aun cuando puedan gustar al público). Lo que sí puede resultar difícil es discernir entre obras de verdadera calidad, o sea, poner a unas o a otras por encima o por debajo de. Porque aquí las preferencias técnicas condicionan a los evaluadores. Por ejemplo, quienes agradezcan la innovación argumental escogerán Lucas y Lucas antes que las otras dos que he citado. Una última cosa: los escritores buenos de verdad no tienen un fin para su LIJ. NUNCA. Pueden tener unas inclinaciones morales, formativas… porque son personas y poseen una visión de la vida y un sentido de la justicia y del relevo generacional. Pero cuando escriben todo se acaba poniendo al servicio de la trama. Porque si no es así, entonces amigo… te has confundido, tu campo era el texto ético, docente o simplemente el ensayo.En última instancia, y parece mentira que los editores no caigan en esta obviedad, esta es la razón de que algunos tipos reputados en otros ámbitos fracasen en la LIJ: sencillamente, su sensibilidad no era de este mundo.

  5. Soy escritor de literatura infantil y efectivamente nunca pienso en la finalidad de la literatura infantil antes de sentarme a escribir. Ni siquiera se cual sera(caramba creo que este recuadro no tiene tildes o no se le ven) esa finalidad. Yo me siento y escribo lo que me hubiera gustado leer de chico y procuro que me guste leerlo aun de adulto.
    Por otra parte los atributos tecnicos como armar bien las frases, construir adecuadamente los personajes, la captura del lector, el manejo del suspenso, y otras cualidades narrativas, deben ser los requisitos de partida para cualquier obra, pero no es lo que la hace una gran obra. Lo que hace que un texto trascienda es el vinculo que se logra con los lectores y eso no se puede planear, ni se aprende a lograr. Simplemente a veces sucede y a veces no. Desafortunadamente cuando hablo de los lectores no me refiero solo a los niños, pues en el caso de la literatura infantil debe lograrse tambien el vinculo con los padres, los profesores y claro, con los editores. Todos tienen una idea preconcebida de lo que es bueno, pero al fin y al cabo todos pasaron por la infancia, y hay obras que los tocan a todos por igual. Esas son las que llegan para quedarse.

  6. Andrés Sobico said

    Oscar y PSG, me interesaron mucho vuestros aportes.
    Mi teoría es que uno escribe con dos motores: la indignación y el agradecimiento; lo que te subleva, y lo que sentís que debés porque te lo regalaron. Los dos sentimientos conmueven, y si uno logra narrarlos en historias pues ya está hecho.
    Claro que todo se sublima, se procesa, se humoriza, hasta diría que se tecnifica, si uno sabe mucho y académicamente sobre el oficio de escribir.
    Un ejemplo es la relación que tuvimos/ tenemos con nuestros padres ¿No hay acaso de las dos cosas? ¿No es el amor una mezcla cambiante, un reverbero de indiganción y agradecimiento?
    Si hay un chico en una novela, y ese personaje no vive ramalazos de esos dos sentimientos, me parece difícil que para alguien esa historia sea inlovidable.
    un saludo desde el Río de la Plata.

  7. PSG said

    Claro, Andrés, las grandes novelas tienen de eso, de la unión de los dos contrarios: indignación y agradecimiento. De pequeños y de adolescentes hacemos pandas, rendimos pleitesías y estigmatizamos a otros; de mayores la cosa empeora, pues las identificaciones construidas se agrietan y ya no creemos ni en el curso cultural de las cosas ni en el natural; para colmo, cuando tiramos la piedra, escondemos la mano.

    P. D.: también soy escritor de LIJ y hago lo mismo que Óscar: escribo sin pensar para nada en la finalidad de la obra.

  8. […] está el espinoso tema de qué entendemos por un libro interesante. Este término, como otros (“de calidad”, “bueno”, “comercial”), tienen la particularidad de ser bastante peliagudos y […]

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