Leer, editar y lo otro

19 enero 2012

La escritora Begoña Oro, a través de su blog, me reta a participar en un juego literario muy divertido. Así que, dispuesta a «complacerla», abro el primer libro que tengo a mano (me lo acaban de prestar y aún no lo he empezado a leer). En la página 45 (no justo al principio, es cierto, pero bastante arriba, por lo menos) mis ojos se van a la siguiente frase:

 “Hay un momento en que el danzarín desaparece y solo la danza permanece. En ese raro espacio, uno siente armonía”.

Para el juego literario que nos ocupa, es una frase preciosa, muy afortunada. Me la quedo. Pero sin querer evitarlo, como imagino que habrán hecho todos los participantes en este juego, sigo leyendo un poco más:

“Estar despierto y armónico crea la posibilidad del éxtasis. Éxtasis significa la dicha definitiva, inefable. Y cuando alguien ha alcanzado el éxtasis, cuando alguien ha conocido la cumbre de la dicha definitiva, la consecuencia de ello es la compasión. Cuando tienes esa dicha, te gusta compartirla; no puedes evitar compartirla, compartirla es inevitable. Es una consecuencia del hecho de tener. Empiezas a rebosar, a desbordarte. No necesitas hacer nada. Sucede por sí mismo”.

Y estas palabras, innegablemente maravillosas entendidas en el contexto del juego propuesto, de pronto lo exceden y me hacen pensar que ese “estado de flujo” (por decirlo en un lenguaje un poco menos new age) es también lo que buscamos como lectores: ese olvido completo de la ¿realidad?, esa inmersión absoluta en una historia, en la psicología de unos personajes, en la construcción de una trama que parece no tener costuras por ningún sitio. Cuando se consigue, con ella viene también la necesidad casi obsesiva de contarle a todo el mundo (de compartir) hasta los detalles más nimios de lo leído, detalles que ocupan por completo la percepción de la ¿realidad? (otra vez interrogada) de ese momento.

Y como todo es uno, en este punto no puedo evitar traer a colación el inicio de una entrada que había empezado ayer. Decía (y perdón por la autocita, aunque sea inédita):

«Estoy editando una novela maravillosa. Lo sé porque me cuesta despegarme del ordenador e incluso clicar en el icono del correo electrónico. Mientras voy recorriendo las páginas línea a línea, no dejo de pensar en el placer que es editar un buen libro: se parece a leerlo, pero es mucho más intenso. A medida que avanzas te vas mimetizando con la escritura y con el propio escritor, y, aunque parezca extraño, es en ese momento cuando mejor puedes ayudar a perfeccionar un texto, cuando te has zambullido en él y puedes juzgarlo desde sus propios presupuestos, desde su estilo y su idiosincrasia. Es un momento de comunión con el texto muy gratificante, al que, sin embargo, no conviene abandonarse, so pena de dejarse seducir por sus cantos de sirena y olvidar cuál es tu papel en ese momento.

Es bonito, ¿no? Tres cosas: leer, editar, y la que proponía Begoña, que tienen una en común: la desaparición del yo y la necesidad de compartir.

10 respuestas to “Leer, editar y lo otro”

  1. BEgoña said

    A mí me está sucediendo lo mismo con Metamorfosis en el cielo, de Mathías Malzieu. Abra el libro por donde lo abra me encuentro un mundo tan fantástico que no me apetece dejarlo. Unas frases tan originales que hacen el idioma tantas veces repetido, como un algo acabado de nacer. Una historia tan irreal, tan real que puedes participar en ella desde dentro. Una magia tan sutil e indefinida que solo puedes alegrarte de que un editor haya apostado alguna vez por ese autor. Porque ese simple hecho te hace creer en todos los hilos que maneja un editor.
    Si lo pienso, solo Mathías Malzieu es capaz de hacer esos trucos de magia con el lenguaje, sin que me perturbe, o sin que me encuentre con mi yo real, frunciendo el ceño aquí o allá.
    Felicito al primer editor que se dejó atrapar por el encanto de su pluma, porque después encantó a muchos más con idéntico embrujo.
    Saludos

  2. Rusta said

    Muy divertido el juego, y muy bonita la forma de enlazarlo con la literatura. Me has dejado con ganas de saber cuál es el libro que estás editando, ¿el de los premios de este año?

    Besos.

  3. sfer said

    Espero que, si no es ahora, en un futuro nos comuniques de qué libro se trata… Me he quedado con ganas de leerlo. Lo mismo que a Malzieu, al que hasta ahora solo había regalado.

  4. Leo que dice Ohran Pamuk en una entrevista reciente: «Para mí, la mejor forma de ser novelista es olvidarse de uno mismo. (…) Cuando escribo sobre alguien que no es como yo, me esfuerzo en ser otro, en ser el personaje. Lo interesante es escribir sobre los demás, desde su punto de vista y escribir sobre uno como si fuese otro.»
    Va a sonar raro, pero mientras escribía «Pomelo y limón», un día paré un momento para ir al baño y cuando me vi en el espejo me asusté. Esperaba encontrar en el espejo a María (protagonista del libro) y, en su lugar, para mi sorpresa, me encontré a mí misma.
    Y sobre la reaparición del yo (más bien, del ego)…
    http://elblogdelaoro.blogspot.com/2012/01/pongamos-el-ego-sobre-la-mesa.html

  5. Rusta said

    Hola, Elsa. Vengo a sugerirte un tema que podrías tratar en el blog: las descargas gratuitas, el precio de los libros, el futuro del mercado editorial, hasta qué punto cambiará éste con los autores que ponen a la venta sus obras sin enviarlas a una editorial, etc. Últimamente se habla bastante de estos asuntos, pero gran parte de los argumentos se basan en «la tiranía de las editoriales» y me parecería muy interesante conocer la opinión de una editora.

    Besos.

  6. […] como leer nos incita a compartir, no he podido evitar traer aquí algunas frases literales del […]

  7. […] Leído en Editar en voz alta, de Elsa Aguiar. […]

Deja un comentario